Tiene en sus manos el primer ejemplar de El Cóndor. Ya el nombre fue el resultado de una larga discusión entre sus creadores. ¿Por qué bautizarse como un pájaro carroñero, que se encuentra incluso en peligro de extinción y cuya figura ha servido hasta para dar vida a una caricatura humorística con fama latinoamericana?
Los argumentos a su favor fueron variados, pero probablemente el que mejor resume la elección y el espíritu de este diario es que se trata de un ave representativa de una cultura pero que a la vez siempre apunta a volar alto, probablemente para tener un mirada integral del territorio. Cuando en el suelo la vida bulle, el cóndor planea para observar mejor y actuar. Eso es lo que motiva a quienes se desempeñan en este diario: investigar lo que está ocurriendo, dar cuenta de la realidad, de sus múltiples alcances, y con la debida profundidad y reflexión que da el análisis y la altura de mira exponerlos para su mejor entendimiento.
El Cóndor llega al mundo cuando Chile vive la mayor revuelta social de los últimos 30 años, días después que 1,2 millones de personas se manifestaron sólo en Santiago para demandar cambios profundos, y que tras dos semanas de marchas no aflojan en su movilización. Se trata de una sociedad que clama por cambios que involucran las pensiones, los salarios, el transporte, la salud, la educación, la Constitución. Contar y explicar de qué se trata todo eso, cómo se vive, por qué la gente no suelta la protesta y desoye los anuncios y pedidos será misión de El Cóndor.
Pero basta de presentación. La sociedad civil demanda acción desde todos los frentes, pero no cualquier acción. Quiere resultados y soluciones. ¿Pero cómo serán posibles llegar a las mejores, las más viables, las que no hipotequen el futuro de todos si no se quiere oír el planteamiento del otro?
Es extraño lo que ha sucedido en Chile en estos días. Una convocatoria masiva a evadir el pago del Metro, realizada por un grupo de escolares a los que justamente no se les subió el pasaje, fue la que decantó en una ebullición que provoca tanto entusiasmo en unos, como temores en otros.
¿A quiénes entusiasma? Probablemente a los ávidos de cambios, que se ilusionan con la idea de mejorar todo lo que no ha funcionado durante tantos años. ¿A quiénes asusta? Posiblemente a aquellos que se han beneficiado del sistema, pero seguramente también a quienes teman que las modificaciones y ajustes se realicen sin pensar en las consecuencias y signifiquen pan para hoy pero hambre para mañana.
¿Están equivocados unos y otros? No. Con absoluta seguridad, no. La historia de Chile está llena de ambos episodios y el devenir siempre es un buen consejero. No podemos olvidar que recién hace unas pocas décadas ya fuimos laboratorio de pruebas de ideas, las mismas que tienen al país en el escenario actual, para bien o para mal. Aunque no sea una consejera oída como debería serlo, lo que está en discusión en estos momentos es demasiado importante como para tomárselo a la ligera y no construirlo entre todos.