El reflejo

por María Betania Caldera

Hace unos días, apareció en la prensa uno de los tantos emprendimientos producto de la crisis: un portal, “escuchagobierno.cl”, que busca ofrecer un espacio en el que las personas puedan volcar sus ideas para disminuir la desigualdad en el país, y así recopilar opiniones que sean útiles de exponer a las autoridades para encontrar vías de solución al descontento actual. Lo significativo del proyecto es lo que destaca su creador: “Las personas tienen un dolor, pero les cuesta redactar una idea”. Esta dificultad en la comunicación, en la capacidad de producir un mensaje asertivo y empático para transmitir las emociones resulta tragicómica, si consideramos las críticas y acciones que hemos visto en nuestra sociedad durante el último mes, en particular, en torno a la figura del Presidente Sebastián Piñera.

Su actuar ha sido desde hace tiempo tema de chistes, burlas, memes e, incluso, Carlos Peña escribió en su columna de El Mercurio del domingo que “si algo quedó de manifiesto en estos días feroces, ha sido la inutilidad del presidente Sebastián Piñera”. Ciertamente, el manejo de esta crisis por parte del Presidente ha dejado mucho que desear, partiendo, principalmente, por su discurso y manejo del lenguaje. Frente a una situación que jamás imaginó que le ocurriría (al igual que la sociedad chilena), ver su Gobierno cuestionado y debilitado no puede más que causarle, por lo mínimo, angustia. Y pareciera que, al igual que quienes se expresan en el aludido portal, el mandatario tiene un dolor, pero no sabe cómo expresar su idea. Si se considera que el Presidente pertenece a la misma cultura de aquellos que expresan, mal que bien, sus pensamientos en aquel sitio web y también en la calle, no está tan distante la posibilidad de pensar que, como sociedad, ha faltado un desarrollo de la comunicación integral.

Cuando los países se ven enfrentados a analizar a sus dirigentes, sobre todo aquellos que no han resultado exitosos, se suele decir que cada pueblo tiene el gobernante que se merece. Más allá de lo trillado, simplista o remasticado de esta frase, resulta necesario analizar y comprender que, como sociedad, estamos enfrentándonos a falencias inherentes a todos, transversales, en mayor o menor medida presentes, pero al final, presentes. La explosividad y la violencia han sorprendido a Chile y a la región, por ser un forma de expresión que surge cuando no hay confianza en el diálogo o dominio en la comunicación verbal; por ser el reflejo de una sociedad dolida y que no ha aprendido cómo manejar ese dolor; por ser, a fin de cuentas, un descubrimiento de algo que no se pensaba que existía.

Lo aprovechable de este re-conocimiento de cualidades propias en el reflejo del otro, es que este podría dejar de ser -si hay la disposición y la altura de mira necesarias- una proyección, aquello que se ve hacia adelante, para convertirse, con el cambio, en una sombra, lo que queda atrás.