A pesar de sus particularidades, las manifestaciones en Chile también responden a tendencias mundiales. Ecuador, Bolivia, Francia o Hong Kong son algunos de los ejemplos mencionados por los expertos.
El viernes 18 de octubre estalló el conflicto social más grande de Chile desde el retorno a la democracia, que llegó a reunir 1,2 millones de personas en el centro de Santiago. Sin embargo, los especialistas coinciden que no se trata únicamente de un proceso chileno, sino también de procesos internacionales.
Esto, porque los estallidos sociales que se desarrollaron en Ecuador, Bolivia, Francia o Hong Kong, han engrosado una lista de fenómenos político-sociales y coinciden en varios aspectos. Algo que, además, no es nuevo.
“Con los movimientos sociales de las últimas décadas se ha podido observar una sincronía en el mundo y también en Chile. Si nos vamos décadas atrás, las manifestaciones de mayo de 1968 en París tuvieron su réplica en Chile con la toma de la Universidad Católica. Sin ir más lejos en 2011, cuando fue el gran movimiento estudiantil, en el mundo entero hubo manifestaciones, con los ‘indignados’, por ejemplo. Hay fenómenos globales. No son fenómenos aislados, hay cierta sincronización, factores comunes”, detalla el analista Roberto Méndez, expresidente ejecutivo de Adimark, y hoy profesor de la Escuela de Gobierno de la UC.
Con los movimientos sociales de las últimas décadas se observa una sincronía en el mundo y en Chile”.
Roberto Méndez, analista, ex presidente ejecutivo de Adimark.
Además, los expertos destacan la crítica común que se genera en los movimientos sociales. “Tienen una crítica común en el siglo XXI con la exigencia que se le hace al sistema político o al Estado, y a la democracia en general, de poder encontrar una canalización a sus demandas. La primera característica chilena es que no hay un interlocutor. Ahí lo más parecido serían los chalecos amarillos en Francia. La indignación social que se hace presente y se manifiesta a través de una movilización que es transversal y que supera las ideologías”, explica Guillermo Holzmann, analista político internacional y Magíster en Ciencia Política de la Universidad de Chile.
Eso sí, en el caso chileno los especialistas destacan el paulatino crecimiento que se ha generado en las últimas décadas. «Desde los años 90, de forma más recurrente, ha habido procesos de crisis donde la gente sale, revienta, expresa malestar, expresa violencia y el sistema no es capaz de contenerlo”, aporta Fernando García Naddaf, académico de la Escuela de Ciencia Política de la U. Diego Portales. Y puntualiza que el estallido social chileno, “lo más grave que tiene, que es propio del posmodernismo y el postcapitalismo, es que desintegra las imágenes de cohesión social que eran propias del siglo XX y hacia atrás. Antes, cuando ocurrían estas cosas, había una matriz ideológica que te volvía a llevar a la normalidad».
Desde los 90, de forma más recurrente, ha habido procesos de crisis donde la gente sale, revienta, expresa malestar, expresa violencia y el sistema no es capaz de contenerlo”.
Fernando García Naddaf, académico de la Escuela de Ciencia Política de la U. Diego Portales.
Para profundizar, Guido Larson, analista internacional de la Universidad del Desarrollo, apunta que “una protesta social tiene motivantes estructurales. Uno podría comparar el caso chileno, por ejemplo con Ecuador, donde el gatillante es similar (el cese de subsidios a los combustibles y el alza del Metro). Eso sí, y es algo que diría viene desde el 2011, el poder es más inorgánico, donde se cuestionan las ideas tradicionales de liderazgo y jerarquía, pero al ser también un movimiento más inorgánico, también es más difuso. Y eso lo hace más complejo de encausar por la institucionalidad”.
En la misma línea, Méndez añade que “uno de los factores es el bajo crecimiento económico. Estamos en un proceso de 6 o 7 años de muy bajo crecimiento. Eso hace que las expectativas de las personas se vean frustradas. La chispa que desató todo fue netamente económica, como es el alza del metro y previamente la luz. Por lo que es un malestar económico fundamentalmente».
Respecto del futuro, García Naddaf se muestra escéptico: “Nadie es capaz de pararlo (el estallido). Hoy no hay nada que lo contenga. El desafío es resolverlo, tampoco hay Estado porque este también se diluye en esta sociedad líquida. Como la barrera de violencia se cruza cada vez más, el escenario no es para nada de optimista. Estamos viviendo un punto de inflexión. Todas estas explosiones son señas de que este también es un modelo fracasado, pero es muy difícil reemplazar este sistema con otra cosa”.