El lunes 1 de abril, en la avenida central de Budapest, se vio un espectáculo, cuanto menos, curioso: cientos de húngaros se paseaban por la calzada, dando amplias zancadas, volteretas y paseos zigzagueantes. Su objetivo: hacer una caminata lo más ridícula posible. Se trataba del «desfile de Andares Tontos» (Silly Walk Parade), hecho a semejanza del sketch del grupo humorístico británico Monthy Python, que recreaba un “Ministerio de Andares Tontos”. La instancia, que reunió a jóvenes y viejos, pretendía ser una oportunidad «para olvidarse de los problemas cotidianos», según el organizador del evento, Benedek Petrok.
Una de las participantes del evento, Valeria Meresz (68 años), señaló: “Creo que la vida ya es demasiado seria, y de vez en cuando se siente bien bromear un rato y sólo descargarse”.
Estas expectativas, de asistentes y organizadores, podrían tener una base en la psicología.
Andrés Mendiburo, psicólogo e investigador del Laboratorio y Observatorio de lo Cómico de la UNAB, recalca que la relación entre humor y buena salud existe, pero no es necesariamente causal. Dependería del tipo de humor, porque manifestaciones como la ironía o la sátira, podrían tener una correlación con un mal estado de salud mental, incluso con algo patológico. “Ahora, el humor sin sentido –como el de Monty Python, y en consecuencia el de la Silly Walk Parade- es el disfrute de la incongruencia pura.”
El goce de este tipo de humor, tendría correlaciones a nivel psicológico y social, esencialmente bajo un término que en psicología se conoce como “apertura a la experiencia”. Este fenómeno implicaría una mayor disposición a viajar, al conocimiento y práctica del arte, y a posturas ideológicas más liberales. Además, bajo este efecto, la percepción del paso del tiempo se acelera, así como la sensación de afiliación con el resto de las personas.
El efecto generado entonces, por este humor sin sentido presente en el Silly Walk Parade, actuaría reduciendo los niveles de estrés, incentivando la cohesión grupal, y adicionalmente, nos muestra individuos abiertos a nuevas personas, experiencias y conocimientos, personas que componen lo que Mendiburo encuadra como “sociedades más educadas”.
Si bien en Chile no es tan común observar eventos como el de Hungría, según el psicólogo, eso no impide que aquí se desarrollen instancias donde se expanda este tipo de humor, que es de carácter transversal.